Me quedo en el silencio
que precede a la batalla
tendida en un llano de la nada
levitando sobre sus palabras.
Desde arriba las observo
se desvanecen una a una
hasta convertirse en vapor amargo.
Me quedo y sigo siendo la misma
el cuerpo no muestra heridas
el alma, gime adolorida.
Sacudo de mi piel alguna espina
y limpio las manchas de mi honra.
Me visto con este orgullo de hembra
que irradia luz aún en las sombras.
Con mis manos rompo las cadenas
que me mantenían presa.
Entonces me perdono y le perdono
pues no hay agresor sin agredido
y si fui víctima por tanto tiempo
el victimario tenía mi permiso.
Ya nunca más me digo... ya nunca más
y sigo mi camino
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