Te vistes
con mi nombre
y apellido.
Mi seudónimo
es perla
en tu corbata
y así vas
por las calles
presumido,
con un traje
al que jamás
darás la talla.
Como Pedro
me niegas
sin vergüenzas,
barriendo
toda sombra
de la duda.
Y te ufanas
de haber perdido
la cuenta,
de los años
que viviste
esta aventura.
De oropel
son las joyas
que te adornan;
filigranas que no tienen
plusvalía,
pues al más
mínimo roce
se le asoman
evidencias de un metal
de cobardía.
Y girando
en la luz
de tu bombilla
se dan golpes
intentando penetrarla
una ronda ingenua
de polillas,
ignorantes
que el calor
podrá quemarlas.