La luna se tomaba tiempo
trenzando su cabellera de plata
mil reflejos iban cayendo
desde su peine de nácar
La noche sentía celos
que consumían su alma
La luna le rasgaba velos
queriendo desnudarla
Vestida de azabache va una
profunda e impenetrable
De blanco armiño la otra
dejando estelas radiantes.
Cuando llega la madrugada
tiñendo el cielo de tonos malva
emprenden la retirada
sin dirigirse la palabra
Parecen adolescentes
por un amor disputando
La luna en cuarto creciente
sigue a la noche alumbrando.
Ciclo tras ciclo persisten
en rivalizar sus bellezas
Unidas sus vidas coexisten
cómo hebras de una misma trenza.
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