Quizás el desierto aun recuerde
las pisadas que marcaron su sendero
eran miles de hombres y mujeres
pidiendo salarios justos para los obreros
El sol del día calcinábales la piel
La noche les congelaba hasta los sueños
pero al alba les volvía a renacer
esa fuerza de luchar por sus derechos.
Se sumaron de diversas salitreras
extranjeros y chilenos del caliche
todos uno hermanados en la pobreza
llegaron por justicia hasta Iquique.
Entre diez a doce mil voces se alzaron
de pampinos del desierto de Atacama
llevaban la impotencia entre sus manos
y el hambre dibujándose en sus caras.
Pedían al gobierno que mediara
y hablase con los dueños en su nombre
El patrón inglés quizás ignorara
entender el idioma de los pobres.
El país se sintió amenazado
con la marcha de los más desposeídos
y envió hasta el norte a sus soldados
a defender Iquique de los mendigos.
La ciudad fue declarada en estado de sitio
los obreros confinados a una escuela
Santa María de Iquique era el recinto
donde la libertad constitucional les era ajena.
Les ordenaron desalojar y embarcarse
en el tren que les retornaba a las salitreras
Se negaron y con el miedo aún besándoles
alzaron con valentía su bandera.
Las órdenes eran claras y precisas
disparar a quema ropa a los huelguistas
Y los que fueron hasta el puerto por justicia
murieron junto a sus sueños y sus familias.
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