La mujer pedía al vendedor
una lata de blanco invierno
le había faltado sólo un cuarto de galón
para terminar de pintar el cielo raso.
Un cuarto de galón...
(suficiente para dejarla en el infierno.)
Se apartaron del mesón al mismo tiempo
y juntos miraron las pinturas
ella lloraba sin ninguna explicación,
él consternado le ofrecía su consuelo.
Se sentó en los peldaños de una escala
de esas que se usan para alcanzar
las cajas que casi llegan al techo.
Pero ella, en el penúltimo peldaño
sentía que se hundía más abajo,
más allá, mucho más allá del suelo.
Se le pasó la vida en un instante
cómo una película rodada en cámara lenta
y se vió antes de comenzar
antes de creer en el milagro de las coincidencias.
Era ella? Al menos se le parecía,
!pero que diferente! … aquella imágen se reía.
Sintió que se le desprendía el miedo
junto a él se diluían sentimientos
y sin moverse ni un peldaño
se elevó hasta juntarse con el viento.
No dejaban de caer desde sus ojos
gotas gruesas, salinas y dolientes
más sintió que en ellas se aliviaban
grandes pesos que obstruían su presente.
Al pararse ya no era la misma
no sentía vergüenza de llorar
enfrentó digna la natural curiosidad
de los que la vieron desarmada
desdoblando promesas arrugadas
sentada en una escala de metal.